Cortijo ha llegado a ser sinónimo de gran propiedad, pero hemos de tener en cuenta que la extensión es relativa para las distintas comarcas; de cualquier forma los cortijos son siempre las extensiones mayores frente a otras menores que reciben diversos nombres y que pueden poseer viviendas o carecer de ellas, así el rancho, el cortijillo, la casilla, incluyen casas, y la haza y el pago carecen de ella. Todas estas explotaciones agrarias son inferiores a las 100 fanegas, superficie ésta que se considera mínima para poder hablar de cortijo, pudiendo este último alcanzar hasta varios miles de fanegas. Es necesario distinguir dentro de esta amplia y heterogénea denominación dos tipos de cortijos; de sierra y de campiña, y no confundir estos últimos con las haciendas de olivar dedicadas estas últimas al cultivo del olivo y la elaboración del aceite.
viernes, 8 de diciembre de 2006
Las haciendas y los cortijos
El término cortijo se deriva del latín «curticulum» y aparece usado en el mismo sentido que actualmente se le da en el libro del Repartimiento de la ciudad de Sevilla (s. XIII). Los árabes usaban el término «maysar» para designar a este tipo de propiedad rústica. Bajo este nombre común se agrupan una gran variedad de construcciones aisladas de toda Andalucía y Extremadura a las que indispensablemente va asociada una extensión de tierra de labor y/o de monte de superficies grandes o medias. El diccionario de Autoridades de la Real Academia de la Lengua lo define como: “Alquería, caserío o casa destinada en el campo para recoger los frutos de la tierra. Es voz muy usada en los Reinos de Andalucía...”.
El Cortijo de sierra, localizado en Sierra Morena y Cordillera Penibética, tiene su base en la ganadería y en menor grado en los cereales y las leguminosas.Puede ser de grandes dimensiones pero también de una extensión que permita a una sola familia, realizar las actividades encaminadas a la producción de leche y queso de cabra y oveja. Las viviendas de este tipo de cortijo son sencillas e incluso humildes; constan de un cuerpo principal, residencia de los dueños, y construcciones para el ganado: cabrerizas, aprisco y zahúrda, adosados o en lugares más apartados. La agricultura se practicaba en pequeños valles o solanas que permitían el cultivo de cereales para consumo propio y/o del ganado y algunas leguminosas y forrajeras
El cortijo por antonomasia, el que ha contribuido a estereotipar a Andalucía como región latifundista, es el de campiña. Los amplios intervalos entre los grandes pueblos de las campiñas de Jaén, Córdoba, Sevilla y Cádiz están llenos por los caseríos de los cortijos, en medio de grandes extensiones cerealistas atravesadas por caminos carreteros. Los cortijos de campiña aparecen como grandes moles blancas sobre las lomas, arracimadas todas sus dependencias en torno a uno o dos patios empedrados –cortijo de un barrio–, o en dos conjuntos, uno de los cuales está ocupado por las instalaciones para el ganado –cortijo de dos barrios–.
En estos cortijos se sembraba habitualmente: trigo, cebada y avena, maíz, habas, arbejas, garbanzos, altramuces –en las tierras más pobres–, matalahúga, y más modernamente algodón, remolacha y sorgo. Estos productos se cultivaban al tercio, es decir, haciendo rotar por las tres porciones u hojas en que se dividían las tierras; así, en una se sembraba trigo y cebada, la segunda, donde estuvo el trigo y la cebada el año anterior, se deja en barbecho para descansar y la tercera se cultivan las leguminosas: garbanzos, habas, etc y maíz. En algunos cortijos, que pudiéramos llamar mixtos, se daba también algo de olivar, viña y ganado.
Por último las haciendas de olivar dedicadas al cultivo del olivo y la elaboración del aceite, si bien a veces forman parte de esta unidad las instalaciones necesarias para el cultivo de la vid y la elaboración del vino es decir, la bodega, junto a las destinadas a otras actividades agrícolas y ganaderas. La edificación en las haciendas constituye un conjunto rico y amplio, más complejo que el de los cortijos, que se corresponde con sus distintas funciones de fábrica agrícola y residencia.
Recorrer estas tierra y adentrarse en algunos de estos auténticos monumentos vivos puede ser muy gratificante, alguno de ellos ya están funcionando como establecimientos rurales hoteleros y de restauración de primera calidad. Una interesante experiencia que recomendamos a todos los visitantes que se acercan a nuestra región interesados en su patrimonio, su historia, su cultura y su magnífico entorno rural y medioambiental".
Mas información: http://www.cepalcala.org/ciencias1/arquitectura_rural/
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