viernes, 8 de diciembre de 2006

RUTA 4: "RUTA DEL COMPÁS DEL TRES POR CUATRO. LOS CANTES BÁSICOS"

Recorrido: De Triana a Jerez pasando por Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas, Utrera, Mairena del Alcor, Lebrija
Referencias: El objetivo es dar cuenta del cante y los cantaores que han hecho posible palos tan originarios como la soleá o la bulería, al tiempo que se estudia la vinculación de la creación flamenca con una sociedad de tipo rural.
Duración recomendada: 5 días.

Un baile en Triana

Desde que en 1862 Serafín Estébanez Calderón lo confirmara en sus "Escenas Andaluzas", Triana está considerada una de las cunas del flamenco. En la fiesta narrada por el escritor de forma tipista y costumbrista aparecen los nombres de El Planeta y El Fillo, los Cagancho, Los Pelaos, Frasco el Colorao…Y es que no cabe duda de que la génesis jonda se produce en el triángulo formado por los vértices de Triana, Jerez y Cádiz, por lo que no nos queda más remedio que asentarnos en el arrabal para emprender un camino sinuoso, lleno de matices, que nos llevará al entendimiento profundo de las esencias cabales. Estamos en el Altozano, corazón de la vieja cava trianera de los civiles. A unos metros de allí está la taberna del Tío José, un antiguo santuario del cante y el toreo en el que siempre hay un hilo flamenco de fondo y cientos de fotografías con artistas de todas las épocas, amén de la presencia directa de los maestros de nuestro tiempo afincados en Sevilla. A sólo unos metros, en la calle Pagés del Corro está la Tertulia Flamenca Don Cecilio de Triana, un punto en el que cada jueves se reúnen los aficionados del barrio para hablar de los legendarios cantes por soleá y por toná que parió el arrabal hace dos siglos. Junto a esta asociación se encuentra la Casa de Anselma, una taberna en la que todas las noches se puede oír el flamenco más liviano (sevillanas, rumbas y coplas). Pero si seguimos avanzando llegaremos a El Zurraque, no sin antes toparnos con decenas de patios emparrados convertidos hoy en modernos edificios que respetan la fisonomía de las viejas viviendas alfareras. Pero como decimos, el Zurraque es una parte de Triana dueña de la soleá alfarera más sobresaliente. Allí fraguaron su leyenda Ramón el Ollero, el viejo Abadía, los Pinea, Curro Puya, Pepe el de la Matrona... antecesores de una posterior generación de artistas de la que aún viven varios representantes. Esto es: Manuel Oliver, El Teta, El Sordillo, Pepe el Culata, El Arenero o Márquez el Zapatero, instructores todos de los más recientes cantaores trianeros liderados por Paco Taranto. Pero Triana pasa actualmente de las profundidades del cante de sus cavas -en la de los civiles encontramos una placa en la casa natal de Naranjito en la calle Fabié o una de Gracia de Triana junto al mítico Hotel Triana, un patio de vecinos que se conserva con todas las esencias de antaño y en el que se realizan multitud de recitales flamencos, sobre todo durante la Bienal de Sevilla- a las superficies de sus calles más comerciales. En la calle Betis, cuna de grandes toreros que nacieron mirando a la Maestranza, abundan los bares en los que se pueden escuchar sevillanas, tangos y bulerías en directo a diario. Asimismo, destacable es también el traslado de la antigua cava de los gitanos desde lo que hoy se conoce como Chapina hasta otro arrabal de Sevilla situado en la zona Sur de la ciudad: las Tres Mil Viviendas.
Pero no sólo hay que remitirse a Triana para establecer los puntos de referencia del flamenco en Sevilla. Otro de los centros neurálgicos de su actividad cabal se ubica en la Alameda de Hércules, donde hasta mitades de siglo proliferaron colmaos como el de Casa Postigo, La Sacristía, Los Majarones, Casa Parrita o Las Siete Puertas. Actualmente sólo se conserva éste último, pero un garbeo por la zona nos hará rememorar a la Niña de los Peines, a su hermano Tomás Pavón, Manuel Torre, El Gloria, Las Pompis, Manuel Vallejo, Antonio Mairena, El Chocolate, Diego del Gastor, Niño Ricardo, Manolo de Huelva y tantísimos otros.

Alcalá la de la Paula y Dos Hermanas de Talegas

La cercana localidad de Alcalá de Guadaira es sede de otro de los núcleos básicos en la ruta de la creación. No olvidemos que el trasiego de trabajadores desde Sevilla hasta Cádiz a través del ferrocarril durante el siglo XIX justifica la diáspora de muchos cantaores a toda la zona de influencia del tren y explicá por qué en este área se produce la vena creadora. Alcalá había recibido a muchas familias gitanas procentes de Triana, entre las que destacaba una, la de los Gordos. El lider de aquella saga fue, sin duda, Joaquín el de la Paula, un artista envuelto en un aura mitológica del que se sabe que fue muy friolero y que vivió en las casas colindantes al castillo de la localidad, tantas veces nombrado en los cantes autóctonos por soleá. El lugar sigue siendo visitable porque se ha restaurado hace unos años y en verano acoge el festival flamenco alcalareño. Junto a él está la ermita de la Virgen del Águila, patrona de la ciudad y fuente de inspiración de los cantaores de la tierra. Y allí recibieron sus inmanencias cantaoras posteriores miembros de la saga como Manolito de María, que hizo célebre un peculiar Padrenuestro por bulerías, o la escisión de los Talega, encabezada por Agustín el Gordo. Pero al bajar el citado castillo nos encontramos con una plazoleta en la que se homenajea, a través de unos azulejos, a todos los demás cantaores de Alcalán de Guadaíra, como Bernardo el de los Lobitos -genio de los cantes de trilla- o el Platero de Alcalá -éste luchó en Córdoba por la Llave de Oro de 1962 que ganó Mairena-. También son memorables los nombres de la Roesna y Juan Barcelona, presentes en todas las fiestas flamencas del lugar pese a que fueron cantaores en el sentido estricto de la palabra. Sin embargo, ya hemos citado un apodo ineludible: Talega. Dicho está que fue Agustín el Gordo el representante más viejo de esta familia y es precisamente a él a quien se le debe el desplazamiento a Dos Hermanas, donde montó la Taberna El Potro en la calle Real Utrera para ganarse el sustento. Allí se crió Juan Fernández Vargas, Juan Talega, celebérrimo cantaor que da nombre a la peña de la localidad, situada en un viejo caserío en el que se conservan muchos datos sobre el cantaor y se realizan múltiples actividades sobre su figura. Este rebufo cantaor llega también hasta Los Palacios y Villafranca, la tierra del célebre guitarrista Eduardo de La Malena, que tantas veces acompañó al gitano nazareno. En sus tabernas, donde predomina el mosto de la tierra, Los Palacios acoge un continuo ir y venir de conversaciones flamencas sobre sus principales artistas, como El Rerre, Itoly, Juanito el Distinguido, el bailaor El Mistela o el joven Miguel Ortega. Y, cómo no, ineludible es también la cita a Mairena del Alcor, hasta donde llegan los aires de los cantes alcalareños. No en vano, Antonio Mairena siempre destacó la importancia de Joaquín el de la Paula en su formación y fue amigo inseparable de Juan Talega. Pero para conocer todo lo que rodea al ambiente cabal mairenero, lo más sencillo es acudir directamente a la "Casa del Arte Flamenco de Antonio Mairena", un lugar en el que se guarda celosamente toda la información sobre el poseedor de la llave de oro y el resto de artistas flamencos del lugar.

Utrera la de la Serneta, la Fernanda y la Bernarda

El viaje en tren nos ofrece, sólo unos minutos después, otra parada clave: Utrera. Entre el corto espacio que hay entre la calle Nueva y el Rincón del Niño Perdío se asienta Mercé La Serneta, una cantaora nacida en Jerez hacia 1840 que se trasladó hasta la localidad sevillana desde bien pronto, donde se casó con el padre de los Álvarez Quintero, por lo que fue madrastra de éstos. Allí unió las influencias cantaoras de Jerez y Lebrija con las existentes en Utrera y creó unos cantes por soleá que hoy enorgullecen a los utreranos. Esta fue la misma actitud tomada por la saga Pinini para crear sus particulares cantiñas, paridas al alimón entre Utrera y Lebrija. En los bares del lugar, todos repletos de fotografías y recortes de periódicos de sus más conocidos artistas, esta es una de las conversaciones más usuales. Hay que decir que el oficio de matarife era el más típico de Utrera a principios del siglo XX y que a la lumbre de esta labor de carnicería se forjaron otras dos leyendas de la historia del cante: la Fernanda y la Bernarda, que junto con los Perrate conforman la base del flamenco reciente en el municipio. Este cúmulo de circunstancias provocó la creación del primer festival flamenco de la historia, el Potaje Gitano, que se celebra cada verano en el patio del Colegio de los Salesianos con degustación incluida del manjar que da nombre al festejo. Son típicas las reuniones también en la zona del centro para recordar a hijos predilectos del cante utrerano como Bambino, Enrique Montoya y familia, Manuel de Angustias, Gaspar, Pepa de Benito o Curro de Utrera, que presta su nombre a una de las peñas locales en las que se organiza otro festival: el Mostachón.
La Virgen de Consolación, desde su majestuosa ermita, rige la jondura de los cantes de la tierra y divisa la senda por la que sigue esta ruta: volvamos a subir al tren.

Lebrija, penúltima parada

La escala lebrijana obliga a hacer mención a otro cantaor primigenio: Diego el Lebrijano, un artista nacido en 1847 que destacó en los cantes por seguiriyas, tonás, cañas y soleares. Posteriormente desde Jerez llegó otra figura mítica, Juan Moreno Jiménez "Juaniquín de Lebrija", padre de una soleá de cuño propio que aún se guarda con recelo entre los intérpretes de la zona. De aquella época es también Fernando Pinini, abuelo de la Fernanda y la Bernarda. Pero el flamenco actual en Lebrija pasa por las familias de los Peña y los Bacán. Cierto es que artistas como el Lagaña, José Vargas, Antonia Pozo -qué grandiosas bulerías legó a la posteridad- la Rumbilla, La Perrengue, La Morena y El Chozas -nació en Lebrija pero se forjó como cantaor en Jerez- engrosan la lista de maestros de la tierra de Elio Antonio. Pero actualmente el capitán de la nave es Juan Peña El Lebrijano, aunque también destacan su hermano Pedro, el tristemente fallecido Pedro Bacán a la guitarra, la bailara Concha Vargas, Miguel El Funi, Curro Malena, Manuel de Paula o el jovencísimo José Valencia. Todos ellos frecuentan con bastante asiduidad la peña Pepe Montaraz y los cortijos de los alrededores, así como la peña Fernando el Herrero de Las Cabezas de San Juan. Pero el gran evento flamenco del año en Lebrija es la famosa Caracolá, un festival en el que después de la programación oficial llegan los corros improvisados.

Jerez, el corazón de la ruta

El tren sigue con su runrún surcando las vías. El final del trayecto está ya muy cerca, en la próxima parada. Jerez de la Frontera nos abre sus puertas para descubrirnos las razones de su ingencia flamenca. Sus más recónditos rincones nos esperan. Los barrios de Santiago y San Miguel se encumbran en los dos principales santuarios cabales del lugar para legarnos dos nombres fundamentales: Manuel Torre y don Antonion Chacón. En un breve paseo por la zona (ambios barrios son colindantes) encontraremos el porqué a la mayor brevedad: los patios de vecinos provocan la fiesta a las primeras de cambio para enaderdecer los míticos cantes por bulerías. Valga como ejemplo la Navidad, una época en la que las calles céntricas de Jerez se colman de las llamadas zambombas, un tipo de celebración festera alrededor de la cual se canta y se baila. Pero para abordar la visita con rigor lo mejor será partir del Centro Andaluz de Flamenco, situado en el Palacio de Pemartín. Allí se pueden consultar miles de documentos sonoros, escritos y audiovisuales del arte jondo y conocer todas las actividades que se celebran en cada temporada en las distintas peñas jerezanas (Los Cernícalos, Antonio Chacón, Tío José de Paula...). Es evidente que además de visitar estos lugares también hay que pasar por las tabernas típicas, como el Arco de Santiago o el Lagar de Tío Parrilla, para tener conciencia clara de la aportación en el campo de las seguiriyas de los míticos Paco la Luz, el Marruro, Manuel Molina, El Sernita, Juan Mojama, o Terremoto, por citar sólo unos ejemplos. Coetáneos a ellos también proliferan los cantaores de las viejas fraguas del lugar, entre los que destacan Agujetas el Viejo y Tío José de Paula. Y tampoco hay que pasar por alto dos momentos inigualables: la cita anual con el Festival de Jerez en el Teatro Villamarta y la Fiesta de la bulería, que se celebra en el verano en la plaza de toros entre cartuchos de pescaíto frito y rondas de chuflas de la tierra.

Cádiz, el cierre del triángulo

El "chacachá" se diluye poco a poco. Entramos en la Tacita, el malecón de Europa. Desde que el tren avanza al acecho de La Cortadura, el olor a esteros y sal lo inunda todo. Cádiz abre los brazos a un flamenco mucho más aperturista y dado a la improvisación que en el resto de puntos estratégicos de la jondura. Situémonos en Santa María, el barrio cabal por antonomasia, para ir dando forma a este trayecto final del viaje. Allí se forjó la figura legendaria de Enrique el Mellizo, un gitano matarife muy religioso que aprovechó la música gregoriana que escuchaba en la parroquia del barrio para crear sus particulares malagueñas y para cantar por primera vez una saeta ante una imagen en Semana Santa. Fue también padre de los principales cantes por soleá y seguiriya de la zona. Pero no fue el único maestro gaditano. Cantaba Silverio Franconetti por seguiriyas: "Por Puerta Tierra no quiero pasar / porque me acuerdo de mi amigo Enrique / y me echo a llorar". En efecto, en el camposanto de Cádiz destaca una lápida sobre la que se apoyan muchos flamencos del lugar: la de Enrique el Gordo, abuelo de Manolo Caracol, que aún es posible visitar para entender la copla de Silverio. También por la parte de Santa María toma relevancia la figura de Paquirri el Guanté, cantaor, bailaor y guitarrista, que fue transmisor de las viejas soleares de María Armenlo, La Sandita, La Cachuchera, Ana La Loro o Enrique Butrón. Igualmente llamativa es la figura de Gabriel Díaz Fernández, Macandé, un cantaor que puso de moda por Cádiz un pregón por asturianas para vender sus caramelos y que, según quienes le conocieron, estaba rematadamente loco. Todo este ambiente sirvió para nutrir de conocimientos a la generación posterior, formada por artistas como Ignacio Espeleta, Pericón de Cádiz o Aurelio Sellés, estandartes de los cantes por alegrías y cantaores muy relacionados con el carnaval gaditano, otra referencia ineludible para cualquier visitante en busca de flamenco cada mes de febrero. En esta época resulta muy entrañable visitar la calle Pericón en el barrio de la Viña, o recordar las bulerías festeras de Antonia La Perla, o escuchar a Felipe Escapachini por cantiñas en la peña Juan Villar, o al propio Juan Villar junto a Mariana Cornejo despacharse por chuflas... Todo vale. Porque Cádiz es la puerta. Por ahí comenzó la ida y se acabó la vuelta de los cantes. Los estilos americanos aparecieron por la Caleta. Guajiras, milongas, vidalitas y rumbas se asentaron en las gargantas de Pepe Marchena, que luego se inventó las colombianas, Manuel Escacena, Vallejo, Pastora y tantos otros cuya silueta aún puede vislumbrarse desde la playa de la Victoria, esa que mira a través del oceáno a un Nuevo Mundo, a un horizonte distinto.
El tren se queda sin carbón. Paren máquinas. Acaban ustedes de terminar un irrepetible viaje por el triángulo de las Bermudas del flamenco. ¡Ojo!, no se pierdan.

Toda la información relativa a la ruta se puede encontrar en www.andaluciaflamenco.org , mientras que para confirmar la asistencia a las actividades, el interesado lo puede hacer a través del e-mail flamenco@andalucia.org o por teléfono 901 20 00 20. La asistencia es gratuita, previa reserva, hasta agotar el aforo de cada uno de los lugares en los que se celebren los actos .

1 comentario:

  1. Crees que si tengo 3 dias, es recomendado ir tambien? Actualmente pensaba buscar alojamiento en los hoteles en playa del carmen e irme para esos pagos, pero ahora estoy dudandolo

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